Lo horrorosamente peculiar del aborto
provocado contemporáneo es que sea contemplado por la ley no como la
interrupción de la vida de “alguien” sino como la preeminencia
de un presunto derecho de los padres embarazados a dejar de ser
padres.
Siempre han existido abortos, desde que
existe el pecado en el mundo, desde que hay personas que se ganan la
vida vendiendo el cuerpo y matando el alma, desde que existen la
mentira, la envidia y el homicidio. Lo malo, lo peor, es que ahora
quieren hacernos creer que la ley, el Estado de Derecho, el orden
constitucional y la guardia civil han de tolerar, cuando no alentar,
ese crimen que consiste en matar al ser humano más inocente.
Conviene recordar que todo el
movimiento pro-vida nació como tal para llevar la contraria a una
política pro-muerte. Que surgió como una voz eminentemente
política. Luego, con el paso de los años, se ha ido ramificando
para tratar de cubrir los diversos frentes de un problema cada vez
más enconado. Y por eso hay una educación pro-vida, y una
propaganda pro-vida, y una labor asistencial pro-vida, y hasta una
espiritualidad pro-vida. Todo eso está muy bien y es muy necesario
siempre que no se olvide que el movimiento pro-vida se formó,
sencillamente, para cambiar una ley injusta.
Otro día intentaré explicarles –y
explicarme- por qué el derecho a la vida no es defendido con vigor
por ninguno de los partidos parlamentarios que hay en España.
F. Javier Garisoain Otero
Licenciado en Historia y político
PUBLICADO EN COPE.ES