miércoles, 13 de julio de 2011

Por una estética católica

por F. Javier Garisoain Otero

¿Dónde está hoy la estética católica? ¿Por qué no hay actualmente artistas católicos en esa categoría misteriosa de los llamados "grandes artistas", los "genios", los "famosos"? ¿Dónde están los músicos, los cineastas, los literatos, los arquitectos, los escultores y los pintores católicos? No podemos negarlo: la estética católica existe de forma minoritaria, incluso en sociedades con amplia mayoría de bautizados. Incluso en nuestra vieja y católica España.

Un modelo cristiano de sociedad
¿Existe un modelo cristiano de sociedad? ¿un proyecto de evangelización orientado -más allá del individuo- a la sociedad?
No es ningún secreto que hay hermanos nuestros en la fe, creyentes en la misma fe católica, que no comparten el entusiasmo que nosotros sentimos al unir las palabras Cristo y Sociedad. Ellos quisieran, aunque cada vez con menos energía y en menor número, separar la fe individual de toda manifestación socio-cultural como si ya no fuera posible vivir "en católico", trabajar "en católico" o divertirse "en católico". Como si el campo inmenso de la sociedad, la cultura y la política hubiera quedado vetado, prohibido, manchado para los hijos de la Iglesia. Como si no hubiera otro lugar ya para nosotros sino los templos, algún que otro congreso, y las catacumbas de internet.
Sin embargo la Doctrina Social no ha sido abolida. Más aún, los pastores buenos que Dios manda a su pueblo no han dejado de repetir en los últimos tiempos ese mensaje de verdadero "cruzado" que lanzaba Juan Pablo II al inicio de su ponfiticado. Aquel "abrid las puertas a Cristo" que decía el papa joven de los años 80 ha resonado en miles de conciencias, cada vez más fuerte, rebotando en las paredes de los templos vacíos, ha removido esquemas paganos, ha zumbado en oídos aburguesados. Y ha salvado la vieja Doctrina Social de la Iglesia cuando los liberales relativistas disfrazados de místicos por un lado y los revolvedores católico-marxistas por otro amenazaban con declararla en ruina. La Doctrina Social de la Iglesia está más viva que nunca, como un todo coherente, y se sigue preocupando de la construcción temporal precisamente por no olvidar la dimensión eterna. Sigue afirmando la justicia humana, el orden social y el derecho natural no por puro activismo, sino porque concede un valor eterno de las obras que aquí hacemos, lo mismo sean obras cotidianas y efímeras que obras de arte. Y aquí es donde queríamos ir a parar: pues algunas de esas puertas que es preciso abrir, con urgencia, a Cristo que llama son las de la estética, de la literatura, de la música, y del arte.

Religión, cultura y estética
Lo único que pretendo ahora es aportar algunas ideas sobre estética, esa parte de la cultura que tiene que ver con el sentido de la belleza y de la armonía. Pero antes no estará de más definir cómo se relacionan la cultura y la estética con la religión. Pare empezar diremos que se trata de tres niveles distintos: la estética es parte de la cultura, y la cultura es inferior a la religión. Por tanto, cuando hablemos de estética católica en ningún caso se predende constreñir el catolicismo a una estética concreta.
Una cultura es, por definición, un conjunto de contornos indefinidos que todo lo impregna. Pero por mucho que abarque una cultura, por muy viva, muy extensa y muy potente que se muestre nunca será comparable a la cosmovisión que genera la religión. Lo religioso es más -más amplio, más profundo, más grande, más importante- que lo cultural. Una cultura necesita siempre que exista una religión común a sus miembros, necesita un "unum", una cosmovisión que sólo puede aportarla un sentido trascendente, una teología. En cambio una religión, -especialmente si se trata de la religión verdadera-, puede encarnarse en formas culturales muy variadas sin perder por ello lo que le es propio. Se me objetará que historicamente el cristianismo ha impregnado culturas concretas hasta llegar a compartir formas idénticas con otras religiones. Admito que en una primera fase de contacto las cosas han podido suceder así. Sin embargo lo que veo en la evolución artística de los pueblos cristianizados es que cualquier cultura pre-cristiana cuando ha sido fecundada por la fe ha cobrado una nueva vida y se ha separado cada vez más del tronco común. La evolución del arte experimentada por la América hispana, o por las culturas Filipinas, por ejemplo, así lo demuestra. Como es seguro que lo demostrarán los artistas que algún día nacerán en la Iglesia de China o de la India cuando aquellos cristianos tengan la suficiente libertad de expresión.
Consideramos el mundo estético, por consiguiente, subordinado a lo religioso. Porque si no fuera así estaríamos haciendo del arte una religión y entonces -otra vez- quedaría lo religioso por encima de todo. Es lo que les sucede a tantos artistas ateos de nuestro tiempo: a fuerza de negar lo religioso acaban atribuyéndose poderes mágicos a sí mismos y a sus creaciones. No es que dejen de creer en los milagros, lo que pasa es que son ellos quienes los hacen -o al menos eso piensan- en cada galería y cada exposición. Ya no construyen imaginería devota; su religión incluye entre sus ritos el modelado de pequeños becerros de oro para intercambiar por dinero en la feria "Arco".

Un modelo anti-cristiano de sociedad
Existe, pues, un modelo socio-cultural cristiano. Mejor dicho, modelos (en plural), socio-culturales cristianos. Por tanto, si aceptamos este principio, habremos de convenir que donde no hay cristianismo lo que crecen son modelos no-cristianos de sociedad. Y de entre aquellos modelos no-cristianos hay algunos modelos que son, por desgracia, anti-cristianos.
No es preciso extenderse demasiado en la crítica de la estética dominante. Baste decir que es, efectivamente, anti-cristiana. Seamos positivos. Miremos al futuro. El diagnóstico que se realiza desde el campo eclesial es cada vez más unánime. Cada vez estamos más de acuerdo todos los cristianos en la denuncia de un modelo de progreso que no quiere a Cristo como Señor. La sociedad occidental, locomotora cultural, ética y estética del mundo globalizado tiene un grave problema: que no es netamente cristiana ni quiere serlo. Conserva aquí y allá retazos, gestos, inercias que han impedido un derrumbe mayor, pero el hecho es indiscutible: el modelo relativista progresista que orienta las tareas legislativas, culturales, informativas, educaticas, etc. de las elites occidentales no es un modelo cristiano. Y tampoco lo es en sus principales manifestaciones estéticas o artísticas. Este arte contemporáneo "oficial" se aleja de la verdad y por eso no es capaz de reflejar la belleza. Por una parte produce músicas, edificios y objetos fríos y rectilíneos, ultrarracionalistas. Por otra se regodea en la deformidad y la destrucción explorando los límites del escándalo, de lo inaudito, lo sorprendentemente desagradable, lo estridente y absurdo como único medio de superar la saturación sensitiva que genera la publicidad omnipresente. No es capaz de crear escuelas nuevas. Sólo sabe o imitar o destruir. O trazar rectas o escandalizar. O imponer con una estética burocrática, o manipular con una estética subliminal.

Las estéticas católicas en la historia
Pero hablemos ya de estética católica. O de cómo el catolicismo al encarnarse en momentos históricos concretos lo hace empleando fórmulas estéticas concretas.
Quien busque la verdad trascendente sin creer en los dogmas, en los santos ni en los milagros, que abra los ojos y mire las cosas que han hecho los cristianos. Si de las apariencias estéticas no se deduce directamente la supremacía de la fe católica, sí al menos se puede concluir una verdad un tanto paradójica: que el arte católico es el menos católico; es decir, el menos universal y el más particular. El más extendido, pero el más variado y multiforme.
He procurado contemplar el conjunto de la historia del arte desde lejos, desde el principio. Como si fuera un marciano que hojea el Summa Artis. Y me ha parecido ver que en los dos últimos milenios han sido los latidos de una cristiandad floreciente lo único que de verdad ha regenerado el mundo estético. Hagamos en voz alta algunas reflexiones atrevidas. Todos los movimientos artísticos podrían agruparse en dos grandes tendencias: la que copia, la de los estilos llamados clásicos; y la que crece, la de los estilos que yo llamaría libres. Los estilos netamente católicos como el románico, el gótico y el barroco son estilos libres: estilos realmente originales en el sentido de que son fieles al origen y que son a su vez origen de otros estilos. Nacieron como las ramas del tronco, por puro crecimiento. Por contra el renacimiento, el neoclasicismo, el racionalismo y la mayoría de las vanguardias contemporáneas no son más que reconstrucciones vergonzantes de un pasado petrificado, son copias, son injertos de cosas antiguas, son ramas muertas que nacieron en momentos de crisis de la Cristiandad. Las aportaciones artísticas de los nacionalismos y otras ideologías han generado igualmente estéticas nostálgicas: como en el gótico eterno de los anglicanos, el clasicismo perpetuado de la Francia revolucionaria, el paganismo neo-romano monumental e inhumano de los totalitarismos fascista, nazi o comunista...
¿Y qué podríamos decir de la estética de otras religiones? ¿qué novedades se han observado en el arte egipcio, en el chino, en el indio, en el islámico? Hace muchos siglos que todos estos estilos alcanzaron su perfección clásica. Hace mucho tiempo que murieron.
Sólo las culturas católicas ha sido capaces de generar nuevas estéticas. Sólo ellas ha sido capaces de superarse, de mejorarse, de cambiar, de vivir, de crear. Sólo ellas han integrado en su seno diferentes estéticas. Creaciones solemnes como un órgano barroco o una procesión de Semana Santa en el antiplano andino; reuniones alegres como una romería irlandesa o unos auroros españoles... Todas estas manifestaciones tienen en común su profunda catolicidad, aunque por lo demás no se parezcan en nada.

La crisis de la estética católica
En la sucesión histórica de las estéticas creativas no encuentro objeción posible a la superioridad cultural católica. Pero la batalla de la evangelización en la estética no está en la historia pasada sino en el momento presente. La estética contemporánea dominante es esa ya descrita que combina el hiperracionalismo y el utilitarismo de los edificios oficiales con el absurdo y la náusea de los bultos subvencionados que se exponen en sus fríos pasillos. ¿Dónde está hoy la estética católica? ¿Por qué no hay actualmente artistas católicos en esa categoría misteriosa de los llamados "grandes artistas", los "genios", los "famosos"? ¿Dónde están los músicos, los cineastas, los literatos, los arquitectos, los escultores y los pintores católicos? No podemos negarlo: la estética católica existe de forma minoritaria, incluso en sociedades con amplia mayoría de bautizados. Incluso en nuestra vieja y católica España.
Las razones de esta pérdida de peso específico, de vigor, de presencia son muy complejas y profundas. Hay razones externas e internas. Los hijos de las tinieblas han trabajado con una constancia digna de mejor causa. Los hijos de la luz han trabajado con cobardía, con complejos, con timidez. Los católicos hemos perdido en gran medida la idea de misión, en parte la misma idea de evangelización. Todavía nos queda la pesca artesana hombre a hombre, pero nos falta ese afán por conquistar pueblos y culturas enteras para Cristo que movió a los apóstoles, a los españoles y portugueses del XVI, a los santos Cirilo y Metodio entre los eslavos, a los primeros jesuítas de Asia. Por eso se ven tan poco las formas católicas, por eso se oyen tan pocas canciones católicamente correctas. Hay una presión enorme por parte de los medios anti-católicos. Una presión que se ve facilitada en su avance por la nula resistencia de una masa católica que parece haber perdido su identidad.
Son algunas ideas bastante simples. Quizás un tanto superficiales, escritas a vuelapluma y sin notas a pie de página. Si no está Vd. de acuerdo en las razones expuestas piense entonces en otras: alguna razón habrá que explique tanto vacío.

Por una estetica católica hoy. Conclusiones
Apuntemos finalmente algunas propuestas para la reflexión de los artistas cristianos hoy y de todos los llamados a ser luz entre las gentes, cada uno según sus habilidades y talentos: con las artes plásticas, la música, la imagen o las letras.

1º. Educación
Se impone una reflexión en las personas e instituciones católicas que debieran promover, educar y formar una estética católica. ¿Cuántas personas consagradas, hombres y mujeres de fe están dedicando su vida a enseñar a leer, a dibujar a pensar a los niños que serán los artistas del futuro? ¿Están haciendo lo correcto para promover esa estética católica?


2º. Arte Sacro.
Seguramente es en el campo del arte sacro, de la riqueza litúrgica, de la literatura espiritual, de la arquitectura religiosa donde no han faltado nunca creadores verdaderos, espíritus libres capaces de evangelizar con la forma. ¿Es casualidad que Kiko Argüello sea pintor? A veces da la sensación de que los artistas cristianos sólo pueden ser cristianos produciendo objetos u obras estrictamente religiosas o litúrgicas ¿No serían posibles encuentros como el multifestival David para músicos cristianos pero con canciones no sólo "de Misa"? En gran medida estamos viviendo de rentas. ¿Cuánta fe se mantiene a nuestro alrededor gracias al espíritu del Concilio de Trento que se plasmó en su día en pasos, retablos, imágenes, lienzos multiplicados millones de veces en grabados y estampas? Las rentas hay que mantenerlas y cuidarlas. Un aplauso a la promoción del arte sacro antiguo, a los museos, las exposiciones como Las edades del hombre, etc. siempre que se empleen como instrumento de testimonio cristiano.


3º. Literatura.
Hubo un tiempo en el que la literatura era toda ella católica en Occidente. No está en nuestras manos una vuelta a aquella situación pero si los católicos que leen leyesen a los que escriben en católico... Y si los católicos que producen libros o los venden procuraran mirar lo que difunden... entonces no nos lamentaríamos tanto de que el escritor de moda sea cuando menos, agnóstico.


4º. Folklore
La artesanía, el arte popular, el folklore... ¡cuántas de estas manifestaciones serían ininteligibles sin su fondo cristiano más o menos explicito! Pero si la tradición no continúa con la misma coherencia acabaremos todos relacionando lo cristiano con "lo antiguo", "lo rural", "lo de-pueblo". Todo lo que se haga por dar continuidad y sentido cristiano de fondo servirá para mantener vivo el folklore. Si sólo se pretende una pura conservación muchas viejas formas se perderán.


5º. Música.
La música, la banda sonora de nuestra vida es parte fundamental de la estética que necesitamos renovar ¿No seríamos más felices si hubiera tiempos de silencio respetados por el omnipresente hilo musical? ¿Y si se pudieran oir en los bares y las emisoras juveniles letras más positivas y católicamente correctas? ¿Y si la llamada música culta volviera a ser bella? Hay trabajo más que suficiente para los católicos con buen oido.


6º. Internet
Así como la conquista espiritual del imperio romano surgió de las catacumbas, también de las catacumbas de internet puede salir una gran fuerza evangelizadora. En internet nos unimos cada vez más cristianos para hablar, para orar, para darnos fuerza. En internet, como en las catacumbas, compartimos espacio con lo peor de la sociedad: hay suciedad, hay ratas. Pero también estamos nosotros, los cristianos perseguidos. Y allí está progresando con la fe una estética propia de tal forma que no son las peores las páginas católicas. Así, cuando nos toque salir del subsuelo, ya sea como mártires, o como misioneros, lo haremos según el estilo que hayamos aprendido en internet.


7º. Periodismo y medios audiovisuales
Los llamados medios de comunicación-imposición social tienen una fuerza que nos aturde y nos vuelve muchas veces pesimistas y retraidos. A veces pensamos que esto es peor que predicar en el desierto, donde nadie te oye, porque es como predicar en un manicomio, en el que nadie te escucha. Sin embargo todo este enorme monstruo de los "mass media" con su publicidad, su cine, su televisión, su radio y su prensa... es un gigante con los pies de barro. Es una montaña virtual. Funciona sólo por dinero, luego es vulnerable. Los periodistas católicos, (los cineastas si los hay) pueden y deben "contraatacar". Y por encima de todo no perdamos nunca la fe en la realidad de las personas, de las familias, de la gente "normal", que está donde siempre estuvo aunque no salga en la televisión.


8º. Arquitectura
También la arquitectura y el urbanismo claman a gritos por una estética cristiana que en este ámbito será, tal vez más que en otros, una estética esencialmente humana. El urbanismo moderno ha sustituido la parroquia por el rascacielos bancario, las calles como lugar de encuentro por las calles como lugar de huída. ¿No se notaría "un algo" nuevo allí donde trabajaran mano a mano un arquitecto verdaderamente cristiano con un concejal de urbanismo creyente y practicante a tiempo completo?. Altamente recomendable: el estudio del testimonio de ese gran arquitecto católico que brilla con luz propia precisamente porque entendió lo que era una estética católica: Antonio Gaudí.


9º. Diseño Industrial.
"También entre pucheros anda el Señor", decía Santa Teresa de Jesús. El diseño industrial, cada uno de los mil objetos de uso cotidiano tiene una forma "como Dios manda" de hacerse. Objetos útiles y prácticos que pueden ser bellos. Sólidos y duraderos para aliviar el consumismo y el derroche de los recursos, para evitar la explotación laboral de los productos "todo a cien", para fomentar el ahorro y el sano espíritu de propiedad... pero además cristianos en su estética. ¿Por qué no habría de llevar una cruz en la carcasa del móvil? ¿Qué habría de malo en que los relojes anunciaran la hora del ángelus con una suave "Ave María"?


10º. Conclusión final.
No hemos pretendido agotar todos los aspectos posibles de una estética católica. Aprovechemos la décima conclusión para recordar el tan manido aforismo: "La unión hace la fuerza". Hemos dicho más arriba que los artistas cristianos existen, pero que no se les oye, que no son famosos. Tal vez sea, entre otras cosas, porque no se conocen y por tanto no se animan unos a otros ¿Por qué no promover encuentros, exposiciones, galerías de arte, conciertos, editoriales, grupos literarios, premios y concursos, medios de comunicación, que promuevan una estética católica? Las puertas de la estética también han de abrirse a Cristo. ¿Trabajamos hacia un modelo cristiano de sociedad? Estaría muy bien que, además de ser un modelo cristiano, lo pareciera.



PUBLICADO EN ARBIL NUMERO 64